Beatriz Becerra radicalización

23 Sep Conmoverse no es moverse

Artículo publicado en Diario Vasco el 23/09/2015

Nuestro mundo es global en sufrimiento y en crisis, en guerras y conflictos nuevos y de larga duración. Es global en desigualdad y en vulneración de derechos. Y lo es también en capacidad de compasión, en solidaridad, en la certeza de que la dignidad humana es la medida de todas las cosas.
No hay separación más allá de las tantas veces artificiosas y peligrosas fronteras. Todo está conectado.
Para la Unión Europea (en palabras de Juncker, mucho menos unida y menos europea de lo que necesitamos y nos es requerido), la política migratoria común se ha erigido en un imperativo categórico inapelable. La palabra clave es COMÚN. Acción conjunta, política coherente y común en Desarrollo, Interior, Exterior, Seguridad, Defensa y Ayuda Humanitaria. Una política migratoria común que incluya, en un enfoque global e integrado:
– Dar cumplida garantía a nuestra obligación legal, no solo moral y política, de dar asilo a las personas que buscan refugio porque huyen de la persecución, la guerra y la muerte cierta.
– Enfrentarnos sin complejos a los traficantes de personas, reforzando de forma unitaria las penas para las mafias (que hoy, de media, no pasan de diez meses de prisión), y estableciendo corredores humanitarios seguros para los refugiados con visados en origen que desactiven las redes.
– Ordenar y regular la acogida eficaz de asilados en el territorio europeo, revisando de inmediato el Reglamento de Dublín y estableciendo cupos obligatorios y proporcionales para todos los Estados miembros con un mecanismo permanente de reubicación, que permita no solo el adecuado alojamiento y asistencia humanitaria, sino la posibilidad de que los refugiados puedan trabajar e integrarse y aportar valor a su país de destino desde el momento en que llegan a él, mientras se regulariza su estatuto de refugiado. Y que sean funcionarios de la UE, y no los gobiernos de los países de llegada, los responsables del registro de desplazados, las reubicaciones y las repatriaciones.
– Activar una potente ofensiva diplomática europea, en la que la Alta Representante Mogherini desempeñe un papel unificado y determinante, junto al resto de potencias mundiales necesariamente involucradas, en la resolución de los conflictos armados de larga duración, que vehicule asimismo la lucha global contra el yihadismo, auditando el comercio de armas y la creación de una Agencia Europea de Inteligencia.
– Seguir invirtiendo, de forma eficiente, transparente y coordinada, en los países en desarrollo, dedicando los presupuestos necesarios para llegar al 0,7% del PIB comprometido en los objetivos post2015 y optimizando la cooperación con todas las herramientas disponibles. El desarrollo solo es sostenible si es estructural, legalmente vinculante, justo y solidario, y solo es verdaderamente transformador si crea empleo y riqueza local, si impulsa la igualdad, la participación social, económica y política de sus ciudadanos, la gobernanza democrática y la lucha contra la corrupción y el fraude.
– Hacer legal la inmigración ilegal, con las oportunas tarjetas de trabajo y residencia, con requisitos europeos y mecanismos de retorno comunes.
En definitiva, acción común. Trabajo real y efectivamente integrado y en red, con respeto estricto al Derecho Internacional y a los Derechos Humanos, en rigurosa igualdad y proporcionalidad de condiciones y exigencias para todo el territorio de la UE.
Los personalismos no son una opción. Los intereses partidistas o electoralistas no son una opción. La cueva envejecida y ensimismada no es una opción.
El recurso a la excepcionalidad para suspender Schengen y presionar a los colegas renuentes no es una opción. Las soluciones cortoplacistas, las cifras ridículas y temporales para salvar la cara no son una opción. Las negociaciones lentas e injustificablemente complicadas, desactualizadas antes de producirse incluso el resultado más inoperante, no son una opción.
Los residuos de interés nacional, la miopía localista, la intolerable vulneración de principios rectores europeos, no son una opción. Las alambradas, los gases lacrimógenos, los cañones de agua, las mezquinas subastas de cupos de acogimiento… no son una opción.
El empeño pusilánime de llamar “crisis migratoria” a los que está sucediendo no es una opción.
Porque no nos encontramos ante un fenómeno temporal desgraciado, ni ante una sacudida sísmica impredecible y catastrófica.
Se trata de una ola gigante de un mar común de humanidad sufriente y semoviente.
El Mare Nostrum, nuestro mar, es mucho más que el Mediterráneo. El movimiento de las personas es un derecho humano, reconocido en el artículo 13 de la Declaración Universal de derechos Humanos de Naciones Unidas. Todos tenemos derecho a salir de nuestro país de origen, y a volver a él. Nadie quiere abandonar su casa, su familia y su tierra porque sí.
La compasión y la generosidad son esenciales. Pero no basta con conmoverse: hay que moverse, en la dirección adecuada, con un plan a la altura dotado de los recursos requeridos para alcanzar los objetivos señalados. Y para eso sirve la política, no para otra cosa. Para hacer posible lo que es necesario.